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PABLO ARANDA
Jueves, 12 de noviembre 2009, 02:10
EL príncipe de nuestros cuentos infantiles, porque siempre había un príncipe, y si no lo había nos encontrábamos con un cazador que ponía cada cosa en su sitio, un cazador culto y de porte principesco, el príncipe, digo, tenía melena rubia y tez clara, y acababa besando a una heroína desvalida también de piel pálida y de ojos verdes o azules, todos arios, como tantas vírgenes y cristos. A nuestro alrededor casi todas las cabezas eran morenas, los ojos marrones, pero los personajes de nuestros sueños eran rubios con los ojos azules, como las suecas de la adolescencia. Con el pelo rubio y los ojos claros se puede ser feísimo, como con el pelo negro azabache y los ojos marrones, los cuales también permiten la belleza más absoluta, pero de eso tuvimos que enterarnos solos. Y encima tuvimos que aprender -con nuestra carne ya herida- que la belleza es una funda gustosa, pero que lo bueno es lo de dentro.
Ahora es diferente. En los libros infantiles hay personajes de todos los colores y los niños ya no se extrañan de que un protagonista pueda ser niña, que la niña sea amiga de un niño negro y que éste tenga un hermano en silla de ruedas, el cual este fin de semana no está en casa porque lo ha recogido su padre (el actual marido de la madre es padre sólo del primero, el negro, pero se lleva bien con su ex). Vamos, un lío. El lío que encontramos en la calle y que encuentran nuestros hijos en el aula. Los cuentos constituyen un apoyo fundamental en la socialización de los niños. La normalidad lleva a que el protagonista pueda ser feo, pero también guapo, o normal, que es lo más normal. Incluso un príncipe al revés, como Sreck, y que nos acabe resultando atractivo.
La playa es como los cuentos infantiles, sólo que más ligeros de ropa, lo cual no es ni mejor ni peor, aunque sí más cómodo para revolcarse por la arena y bañarse. Una agencia de viajes nos muestra la foto de una playa y en ella suele aparecer la princesa de pecho prominente y queremos pensar que desvalida, y con esa sonrisa que nos hace sentir como príncipes, mejor cazadores. La foto, entonces, va dirigida a nosotros, hombres, que después en la playa no encontramos a la modelo, pero que además no vamos solos ni con escopeta, sino con mujer e hijos, probablemente. Siguiendo con los cambios en los cuentos, algunas agencias colocan a la diosa del biquini haciendo un castillo con un niño que le da con la pala a una niña y que es reprendido con suavidad por su padre, que también está allí. No son gordos, como nosotros, pero se van acercando.
Ahora vemos que un autobús recorre Londres con publicidad de la Costa del Sol y el lema 'follow the sun' (sigue al sol), un lema acertado por que de Málaga para arriba no es fácil encontrar unos metros cuadrados de cielo abierto. Pero en la foto aparece el cuerpo escultural de la diosa en biquini, sola, y junto a la foto unos cuantos representantes políticos nuestros, todos varones, y sin cuerpos que corresponder a la diosa. Estamos en 2009, pero algunos cuentos no cambian.
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