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M. J. CRUZADO
Martes, 3 de noviembre 2009, 02:34
A las dos de la madrugada, en plena investigación del 'caso Ballena Blanca' por blanqueo de capitales, el juzgado número 5 de Marbella se paralizó. Necesitaban intérpretes en siete idiomas, entre ellos finés, sueco, alemán e inglés, para continuar con las declaraciones. Una llamada de emergencia desde el órgano judicial solucionó el escollo. Al día siguiente una legión de traductores se personaban en las dependencias judiciales para ayudar en la investigación.
No es el único caso en el que los intérpretes judiciales han sido claves para el desarrollo de un procedimiento penal con vinculaciones en otros países, como 'Malaya' o 'Hidalgo' donde se maneja material sensible. Su labor, desconocida para la mayoría de los ciudadanos, se ha hecho imprescindible en una ciudad turística como Marbella, con un gran número de extranjeros residentes y una elevada litigiosidad con conexiones internacionales.
El partido judicial cuenta con una intérprete contratada desde 1994 por la Junta de Andalucía, María José García Ripoll, que domina los dos idiomas más extendidos: inglés y francés. Desde su despacho en la cuarta planta de la sede judicial de la avenida Mayorazgo -un antiguo archivo del Juzgado de Instrucción número 1- el trabajo se le acumula. En la ciudad conviven hasta 60 nacionalidades y cientos de dialectos que dificultan enormemente la labor de la Justicia. En los últimos años, el ruso, el árabe, el alemán, el serbio, el húngaro o el wolof (Senegal) se han convertido en idiomas habituales en la toma de declaraciones a detenidos, en los juicios y en la traducción de comisiones rogatorias e intervenciones telefónicas.
La Consejería de Justicia se ha visto obligada a cerrar un convenio con la empresa granadina Ofilingua, que surte de intérpretes a los juzgados andaluces, para garantizar la presencia de un traductor, un derecho fundamental tan importante como la propia asistencia letrada gratuita. Ofilingua factura a la Junta de Andalucía unas 3.000 horas de trabajo al año, lo que convierte a Marbella en el partido judicial con mayor demanda de intérpretes de Málaga.
Personajes famosos
En la ciudad, además, se da otra singularidad, como explica el gerente de la empresa, Melchor Fernández: «Marbella no es comparable con otros sitios. Si los juzgados de Instrucción necesitan a un traductor de árabe, no podemos mandar a cualquiera porque no se trata de un marroquí detenido en el top manta, aquí puedes encontrarte con un príncipe y el nivel de traducción que se requiere es superior».
No todos los casos están relacionados con personajes famosos o con grandes casos por corrupción o blanqueo de capitales. Un ejemplo: hay un vecino de Marbella que continuamente interpone denuncias en inglés contra la comunidad de propietarios. Cuando lo demandan a él, siempre pide un intérprete de gaélico y el juicio se paraliza hasta que llega.
«Hay extranjeros que hablan y entienden perfectamente español pero que piden a un profesional para ganar tiempo y dilatar el procedimiento», explica García Ripoll. En otras ocasiones los acentos complican la traducción. «No es lo mismo un inglés de Londres, que de Liverpool o un escocés de las montañas. A veces resulta muy difícil comprender ciertos acentos más cerrados y ahí es donde la experiencia de un traductor es clave porque de nada sirve el inglés académico aprendido en la Universidad», apunta la traductora.
Complicaciones
La complejidad es aún mayor en otros idiomas, señala Fernández. «En Nigeria hablan 500 lenguas. Un traductor experimentado debe saber que un acusado de Edo nunca permitirá que lo traduzca una persona que habla ibo, porque son dos etnias rivales». En otras ocasiones es el propio declarante el que rechaza al traductor. «Los chinos, por ejemplo, son muy reservados y en alguna ocasión nos ha pasado que no quieren tratar con un intermediario en un caso delicado o quieren saber antes los antecedentes del intérprete para saber si es o no una persona honorable. Para nosotros es fundamental saber estas peculiaridades culturales».
La labor del intérprete no se limita a traducir literalmente palabra por palabra. Es necesario hacer comprensible la declaración para las dos partes, de ahí que en muchas ocasiones el acusado diga una frase y el traductor cinco. «A veces el equivalente no es exacto y tenemos que explicar el contexto o simplemente la persona se pone nerviosa y balbucea y hay que ponerse en su pellejo». Como apunta García Ripoll, «es importante lo que diga, pero también cómo lo diga».
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