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ROCÍO LUQUE AMAYA
Lunes, 7 de septiembre 2009, 11:11
La flor del cerezo, el bambú y el pino mezclan sus atributos entre las manos de Michiko Iwakura emanando de sus ramas un auténtico reflejo de la naturaleza. Aposentando sobre una bandeja de cerámica las raíces de estos tres elementos, símbolo de la felicidad, Iwakura comienza la lección que da a sus alumnos entre las paredes de su hogar en Benalmádena. Esta japonesa, amante de las plantas, aterrizó en esta localidad con la intención de difundir sus conocimientos sobre el arte floral japonés y crear la primera escuela de Ikebana en Andalucía.
Michiko Iwakura trabajó durante muchos años dedicada al mundo de la arquitectura, una rama muy relacionada con el arte floral japonés. Tras una formación de diez años recibió el título de maestra en el arte Ikebana por la escuela Sogetsu, en Tokio. Y hace tres años esta escuela se ancló en Málaga de la mano de Iwakura con el nombre de Ikebana Kohji: Unión de dos nombres y una formación, con un atractivo misterio simbólico. Kohji es el seudónimo que Michiko recibió tras finalizar su formación en Tokio. La sílaba 'ko' proviene de las últimas letras del nombre de Michiko, y 'ji' es la sílaba inicial del apodo de su maestra. De este modo se forman los nombres de escuelas y maestros en Japón.
Ismael Vera, Miguel Ángel González, Susana González, Nuria Delfín, Maily y Koiko Obata, forman parte de esta escuela que comienza a dar sus primeros pasos. «De la formalidad emerge la libertad». Así suena el lema de Ikebana Kohji, en la que «cuando se quiera, donde se quiera, quien quiera que sea la persona, con cualquier tipo de material, arreglando las flores innovadora y hermosamente, reflejando en cada composición la época, se puede realizar Ikebana» asevera Michiko. «Me gustaría introducir aquí el Ikebana, e intentar fusionar el sentimiento japonés con la alegría de Andalucía» añade.
Verduras, frutas, objetos metálicos, cerámica, frutos secos..., todo tipo de elementos sirven en la combinación de la arquitectura y la naturaleza creados por la mano humana. El Ikebana debe estar en pleno contacto con el agua, en un recipiente que se coloca debajo de la planta. Existen diversidad de bases florales que se diferencian según su forma: Catay, kioto, hinosaky, osaka, cipango, o suiban, son algunas de ellas.
El Ikebana es considerado por Iwakura un «verdadero» aporte de serenidad y tranquilidad, donde «se aplican con naturalidad las técnicas y conocimientos básicos de esta manifestación artística, mezclada con la propia personalidad creativa». Michiko compagina sus clases en la escuela con la decoración en desfiles de moda, hoteles, y entradas de edificios, una profesión muy remunerada en Japón.
El Ikebana es considerado el arte más importante de Japón. En la escuela Ikebana Kohji, las técnicas de aprendizaje de esta disciplina se transladan a los alumnos unidas a la comprensión de la cultura y las costumbres de los países orientales. «Andalucía, tierra de sol y multitud de flores, me emocionó la primera vez que la visité», afirma Iwakura. En cada Ikebana se refleja la estación del año en la que se crea la composición floral, utilizando plantas y flores de cada época. Del mismo modo, el estado de ánimo del creador es apreciado por el colorido o la diversidad de especies. La maestra Iwakura declara que «a pesar de la pincelada de naturalidad que se aporta a cada arreglo floral, el Ikebana siempre tendrá el toque del hombre». La exportación de plantas autóctonas desde Japón es frecuente para las creaciones florales.
Variedades de Ikebana
La formación de Ikebana, mezcla del arte del bonsai y de la cultura europea, se compone en el liceo de Benalmádena por un total de cuatro libros básicos en el estudio del arte oriental, procedentes de la escuela Sogetsu. Cada libro consta de varias fichas y al finalizar el alumno recibe el sello exclusivo de la escuela, hasta completar los grabados necesarios para concluir su formación. Cada escuela posee un sello, un logotipo, en el que se manifiesta su distinción con el resto.
Existen dos tipos de arreglos florales básicos. Por una parte, el denominado Bolibana, en el que el 'suiban' o bandeja en la que se coloca la composición floral es de cerámica. El conocido por Nagueire se basa en la utilización del florero para posicionar el arreglo. El Ikebana clásico consta de un solo color, mientras que existen otros conbinados. «Según los sentimientos que se quieran transmitir con el Ikebana, se utilizan unos elementos u otros», indica Iwakura.
Origen
El nombre procede del monje budista Ikebono quien, según la leyenda, hace más de cinco siglos estableció las reglas del Ikebana. Fue quien desarrolló el idioma símbolico de este arte oriental, cuyos principios se asientan en la emotividad humana. Tamaño, tipo de flor, posición de la misma, colocación... todo elemento era interesante para trasmitir la intención del creador.
En cada estación del año las composiciones reflejan distinción. En primavera los arreglos de Ikebana suelen componerse con flores más coloridas, como las astromelias o los agapanthus, flor originaria de Turquía.
En la época estival, flores como ave del paraíso, liciantum o los nardos se emplean en Ikebana. Mientras que en invierno el kaleya, phanelosis, simpilium o las orquídeas son las que decoran los arreglos realizados por los alumnos de la escuela Kohji. En otoño las composiciones se construyen con plantas más delicadas, como los crisantemos el delistar. El Ikebana en carros, muy habitual, hace referencia a la tradición del pasado, cuando se usaba este transporte para trasladar a personas y cosas.
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