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Sábado, 25 de julio 2009, 04:10
E SCAPARSE. Desconectar móviles, ordenadores y televisión. Encontrar el silencio. Olvidar los 'beeps', alarmas, timbres, 'post-its'. Volver a los bosques, encaramarse a los árboles, como nuestros antepasados, rescatar el taparrabos. Convertirse en Tarzán o en Jane. Apretar el botón de 'pause' de un mundo demasiado convulso. Es posible. Y no hace falta viajar excesivamente lejos. Un pequeño complejo turístico en el macizo del Montseny, cercano al municipio de Sant Hilari Sacalm (Gerona), situado curiosamente en la comarca que lleva por nombre La Selva, ofrece alojamiento en unas habitaciones de hotel extraordinariamente peculiares: cabañas colgadas de abetos gigantescos entre frondosos bosques de profusa vegetación.
Las cabañas, de 30 metros cuadrados de superficie, no tienen agua corriente. Ni electricidad, ni televisión. Pero hay algo aún mejor: no reciben cobertura para el teléfono móvil, ni wifi para el ordenador portátil. Será muy difícil que alguien interrumpa esta experiencia única de conexión con la madre naturaleza, esta bucólica huida de la civilización. ¿El precio? Cien euros la noche para dos personas. Pueden alojarse hasta cuatro huéspedes en las cabañas, a las que se accede a través de una angosta, estimulante pasarela y una empinada escalera.
Los promotores del proyecto, bautizado con un nombre sumamente descriptivo: 'Cabanes als arbres' (Cabañas en los árboles), son una pareja extrajera afincada en Cataluña: el francés Manu Grymonpré y la holandesa Karin Van Veen. Karin, una rubia espigada muy agradable y de un gusto exquisito por los detalles, relata que lo que ellos ofrecen es «el reencuentro con un viejo sueño de la infancia: vivir encaramados a los árboles, como en los libros de aventura, como Robinson Crusoe o Tarzán».
Todos los detalles están perfectamente estudiados dentro de las cabañas. Están construidas íntegramente de madera que no ha recibido ningún tipo de tratamiento. Tienen una cama de matrimonio para las parejas; un par de camas supletorias para las familias; una terraza; una jarra para el agua; una deliciosa casita para pájaros; un pequeño retrete que en realidad no lo es, pues consiste básicamente en un cubo con serrín, lo que se describe como «un sistema en seco biodegradable».
El método para servir desayunos no tiene desperdicio: los huéspedes lo reciben en una cesta que pueden recoger desde la terraza con una cuerda, integrada en un sistema de poleas. Las cabañas están soportadas por cuatro cables, que se unen al árbol a través de un sistema que Karin define de «piercing», especialmente diseñado para no dañar al abeto y permitir que continúe con su crecimiento.
Con un suave vaivén
Es el techo el que mantiene la estructura, por lo que dentro de la caseta, que parece quedar suspendida, a veces se siente un suave vaivén parecido al que experimentan los barcos en alta mar. De momento se han construido sólo dos cabañas, pero el proyecto contempla hasta diez. Cada caseta ha sido bautizada con el nombre de un pájaro de la zona.
Santi Gutiérrez y Sara Portet, una pareja de veinteañeros residentes en Vic, han pasado la noche en la cabaña 'Cargolet' (chochín, un pequeño pájaro pardo, muy común). Acceden a mostrarla para este reportaje. Dicen que ha sido una experiencia «chulísima», que piensan repetir «por lo menos una vez al año». ¿Lo más destacable de ella? «El silencio, la tranquilidad, sientes que estás en un bosque perdido», señala Santi. «Las estrellas, el piar de los pájaros», añade Sara. «Como es imprescindible el uso de velas para pasar la noche, parece que viajas en el tiempo, que volvemos a muchos años atrás, a la época primitiva», subraya.
Santi se ha pegado un madrugón. Se ha levantado a las seis de la mañana para ver amanecer desde la terraza de la cabaña, que tiene vistas al Montseny. «Ha sido precioso». Trabaja como administrativo y no ha echado de menos «para nada» el teléfono móvil. Disfrutó «como un enano» la noche anterior, durante la excursión que realizaron a través del bosque a oscuras para llegar hasta las casetas.
Linterna en la frente
Fueron equipados por los promotores del complejo con una linterna de dínamo que se engancharon a la frente. «Fue alucinante, sentías que estabas metido dentro de la película 'The Blair witch project'». Sara resalta «el exquisito gusto» con el que está decorada la cabaña. En tonos lilas, «mi color favorito», dice. Los dos corazones tipo cojín que encontró sobre la cama a modo de decoración «me han encantado. Estos corazones los dejo cuando los huéspedes son una pareja», aclara Karin. Explica que inicialmente las cabañas fueron concebidas como «un nido de amor para parejas de enamorados», aunque luego las ampliaron hasta cuatro huéspedes, pues «a los niños les encantan los árboles».
Muchos de los visitantes que se han acercado hasta el complejo turístico desde su inauguración, a mediados de junio, han venido precisamente a celebrar su aniversario de bodas. En una ocasión un huésped llegó con los ojos vendados hasta las cabañas, pues la estancia en la caseta era parte de un regalo sorpresa de aniversario, que había sido preparado concienzudamente por su mujer.
Sobre la mesita de noche, un pequeño cuaderno anima a los visitantes a dejar sus impresiones sobre los que ha significado para ellos la estadía en la caseta. El 29 de junio, José y Mar escribieron: «Ha sido nuestro nido de amor en una noche lluviosa que jamás olvidaremos. Gracias a personas tan creativas como vosotros hacemos realidad nuestros sueños». Juan y Silvia dejaron constancia el 23 de junio de que «hemos celebrado nuestro décimo aniversario de bodas en un sitio idílico».
Karin relata que en invierno también planean mantener las cabañas abiertas a los visitantes, pero para entonces utilizarán estufas de parafina, «que no gastan electricidad y no huelen». Todo en el complejo turístico está pensado para respetar el medio ambiente.
En la casa rural que sirve como complemento a las cabañas las bombillas son de bajo consumo, la piscina no tiene cloro sino lámparas ultravioletas «que hacen la misma función desinfectante». «No se generan residuos, todo se recicla», recalca Karin. Esta casa rural ofrece los servicios de los que carecen las cabañas: tiene electricidad, agua corriente, cocina, ducha, lavabos, comedor, habitaciones y una gran piscina. Dice Karin que el concepto es parecido al de un camping, «en el que hay una recepción y un área de servicios que cubre las necesidades de los bungalós».
La sensibilización y el amor por el medio ambiente son cuestiones fundamentales para esta holandesa criada en Suiza, que reside en Cataluña desde hace cinco años. Dejó un trabajo estable y bien pagado en la compañía aérea Swiss Air para lanzarse a montar su propio negocio junto a su pareja, Manu, al que conoció haciendo paracaidismo en Empuriabrava.
Fundaron primero un parque acrobático forestal bautizado La Selva de l'Aventura, con puentes colgantes, lianas, escaleras de cuerdas y un sinfín de actividades para perfeccionar el estilo de Tarzán en la selva. Ahora emprenden este proyecto pionero en España, el del alojamiento en cabañas colgadas de árboles, que tiene su precedente en la Bretaña francesa.
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