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M. ÁNGELES GONZÁLEZ
Jueves, 25 de junio 2009, 11:29
Experta en organización y optimización del tiempo. No se trata del título de un máster ni de un curso 'on line'. Es la especialidad de las universitarias malagueñas que cursan una asignatura que no aparece en los planes de estudio pero que es la más importante de sus vidas: la maternidad. Compatibilizar una carrera con un hijo no es nada fácil, pero Natalia Rakitina, Mari Carmen de la Torre, Yeiza Sarmiento y Ana María Conde han encontrado la receta: «Hay que sacar tiempo de donde no hay». Con esta filosofía, y la ayuda de alguna agenda, estas mujeres consiguen que cada día esté más cerca su sueño de ser periodista, bióloga o historiadora.
Son las nueve de la mañana. Yeiza ya ha dejado a su hijo en la guardería de la Universidad de Málaga y ha llegado a la Facultad de Ciencias de la Información, donde estudia segundo curso de Periodismo. A esa hora, Mari Carmen está repasando en casa los apuntes de la clase de Biología del día anterior mientras una niñera cuida a su hija. Natalia, por su parte, se dispone a empezar sus prácticas en una empresa de alquiler de coches después de haber llevado a Alexander a la escuela infantil de Teatinos, donde jugará con Ana, la hija de Ana María, que estudia en la biblioteca de Filosofía y Letras.
A la facultad con el niño
Es el inicio de la jornada diaria de estas mujeres, que se definen como activas, positivas y, sobre todo, buenas madres. «Cuando empecé a estudiar me sentía culpable por comentarios de mi entorno. Parecía que estaba abandonando al niño», recuerda Yeiza, de 31 años. Hoy todo eso está superado: «En cierto modo lo hago por él, para mejorar su futuro y darle una buena educación», comenta esta futura periodista, que ha sido camarera, cajera de supermercado y auxiliar administrativa y ahora está cumpliendo su verdadera vocación: «Soy la mayor de nueve hermanos y no pude estudiar, así que tengo que aprovechar el tiempo al máximo».
Yeiza prepara sus asignaturas en los «ratillos» libres que tiene: «Me sorprendo al compararme con otros compañeros que dicen que están agobiados, ya que yo algunas veces me levanto a las cuatro de la mañana para estudiar». Y es que sus tardes «son para el niño», así que si tiene que ir a la facultad se lo lleva. «Mis compañeros de clase se turnan para cuidarlo», apunta.
Todas han encontrado siempre el apoyo de otros estudiantes. «Suelo faltar mucho porque tengo que llevar al niño al médico o porque está malo y siempre me dejan los apuntes», explica Ana María, que asiste a clases de cuarto de Historia dos horas por la tarde mientras su marido o su suegra se quedan con la niña. «He cogido pocas asignaturas para poder estar más tiempo con ella», afirma.
«Te sientes culpable cuando estudias, cuando trabajas...pero ves que la niña está feliz y se pasa», afirma Mari Carmen de la Torre, de 30 años, que trabaja en un restaurante malagueño y decidió retomar sus estudios de Biología diez años después de abandonar la carrera. «No me supone ningún sacrificio volver a clase. Voy con ilusión, no como otros compañeros que se lo toman como algo impuesto. Además, la niña no supone ningún problema», añade. Eso sí, «si no tuviera a Mari estaría viajando y haciendo fotos, otra de mis grandes pasiones, pero ella lo compensa todo».
Noches sin dormir
A pesar de que han aprendido a organizarse, saben que con un niño no hay planificación que valga. «Ana se puso mala en febrero, con fiebre, y sólo quería estar conmigo, día y noche, así que no pude prepararme bien los exámenes», recuerda Ana María, que explica que en ese caso la única solución es «improvisar». Yeiza sabe muy bien de qué va eso. Su hijo Luis, de tres años, estuvo vomitando todo el día antes de un examen: «Son cosas que te trastocan los planes, pero el niño es mi prioridad. Procuro tomarme las cosas sin agobios», señala.
«El truco está en llevar las cosas al día y no dejarlas para mañana». Natalia es toda una experta en conseguir compatibilizar la maternidad con los estudios. Se quedó embarazada en primero de Turismo y nunca ha pensado en abandonar la carrera. Hoy su hijo, Alexander, tiene un año y ella está cursando un máster oficial en dirección y planificación del turismo. «Cuando el niño se acuesta me pongo a hacer ejercicios», afirma esta rusa, que lleva nueve años en Málaga y es partidaria de organizarlo todo. Incluso su hijo fue planificado: «Lo calculamos para que naciera después de los exámenes». Dicho y hecho. El día 30 de junio Natalia hizo el último examen y Alexander vino al mundo cuatro días después.
Desde entonces, es lo más importante en su vida, pero no lo único, ya que, como dice Yeiza, «hay vida después de los hijos».
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