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JUAN CANO
Miércoles, 17 de junio 2009, 10:48
Sandra se enfrenta a las cámaras con una entereza insólita para su juventud. Los únicos nervios se atisban en el ligero temblor de sus manos. Pero no se sale del guión. Tiene la lección aprendida. «Lo que me ha pasado me va a servir de escarmiento. No volverá a ocurrir. No voy a dejar solo a mi niño ni para comprar tabaco», promete.
Sandra Cortés Carmona, la madre detenida el pasado domingo por presunto abandono temporal de su hijo, no ha negado los hechos de los que se le acusa. No ha utilizado excusas ni en comisaría, ni en el juzgado ni ayer, cuando acudió al Servicio de Protección de Menores para saber qué pasos debía dar para recuperar al pequeño.
Alega su edad como única coartada de lo sucedido. «Qué te puedo decir... tengo 20 años. No sé cómo estuve para irme y dejarlo solo», responde la joven cuando se le pregunta qué se le pasó por la cabeza al marcharse. «Me dejé llevar -prosigue- por una amiga, que me convenció para salir por ahí».
Asegura que esa fue la primera vez -«y la última», precisa- que lo dejó solo. Confiada en que «nunca» se despierta a partir de medianoche, se fue de casa sobre las diez de la noche, tras dejarlo cenado y acostado, según apuntaron fuentes del caso.
La joven ha mantenido una misma versión sobre lo que hizo después. Se fue de fiesta con una amiga. «Estuve toda la noche pensando en mi niño. Me pasé todo el tiempo preguntándome si se habría despertado, si le habría pasado algo, pero mi amiga me consolaba diciéndome que él nunca se despierta, que estuviese tranquila», dice.
Pero esa noche iba a ser diferente. El bebé se despertó de madrugada y, al verse solo en casa, se asustó. Los vecinos escucharon su llanto y avisaron a la policía, que pidió autorización para abrir la puerta y rescatarlo. Sandra no llegó hasta las seis y media de la madrugada. Un agente estaba esperándola para llevársela detenida.
En libertad
La joven quedó en libertad en unas horas, pero ya no encontró a su hijo donde lo había dejado. Está ingresado en un centro de acogida tutelado por la Junta. «Se queda allí hasta que me hagan un seguimiento en el Servicio de Protección de Menores», comentaba ayer Sandra al salir de este organismo.
Ahora, dice, deberá luchar por recuperarlo. «Tengo que demostrar que soy una buena madre. Estoy muy arrepentida de lo que ha pasado, sé que ha sido un error, pero yo he estado toda mi vida en los colegios (refiriéndose a los centros de protección) y no quiero que mi niño pase por eso». Lo cierto es que Sandra no tuvo una infancia fácil. Con cinco años ingresó en un centro de acogida, del que salió de adolescente para vivir con su abuela. Ha crecido en el seno de una familia desestructurada, como demuestra el hecho de que sólo ha tenido contacto con dos de sus cuatro hermanos. «A Sandra la conocí hace cinco años», comenta uno de ellos, José Lewis Neil -tomó su nombre de la familia que lo acogió-, que ha sido su principal apoyo en este trance.
Ayer, Sandra pudo reencontrarse con su hijo. «Estaba muy asustada porque creí que no me iban a dejar verlo hasta los 18 años. Me han dado permiso para ir a verlo. Voy a cogerlo, a abrazarlo, a darle un montón de besos... », confiesa la joven mientras se despide, rodeada de periodistas. Ahora tiene prisa. Debe llegar a la casa de acogida antes de la hora del almuerzo.
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