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A. SALAZAR
Domingo, 15 de marzo 2009, 02:59
Acudir a clase es para muchos estudiantes malagueños un verdadero viaje en el tiempo. Sus institutos, los más antiguos de la provincia, esconden joyas del pasado que pasan desapercibidas entre el ajetreo académico. Reliquias polvorientas de una educación de otra época que sirven para conocer cómo eran las aulas y qué materias se estudiaban en una Málaga ya olvidada.
Libros del siglo XVIII, utensilios científicos del siglo XIX, maquetas de maquinaria agrícola, arquitectura decorativa e incluso verdaderos museos de historia natural, formados por centenares de animales disecados, son algunos de los tesoros ocultos de institutos como el Vicente Espinel -antiguo Gaona-, Nuestra Señora de la Victoria en Martiricos y San Estanislao de Kostka de El Palo, además del IES Pedro Espinosa de Antequera.
Un paseo por el laberinto de aulas y sus archivos nos descubre algunas de sus piezas más valiosas. Artículos que, a pesar de los años, todavía se conservan gracias al trabajo paciente e invisible de algunos profesores y bibliotecarios que limpian y restauran con mimo instrumentos y libros que la mayoría de las veces han encontrado escondidos en un armario.
GAONA
IES Vicente Espinel e IES Nuestra Señora de la Victoria
Las reliquias del antiguo Instituto Provincial
El recorrido comienza en la calle Gaona de la capital, en el actual IES Vicente Espinel. El edificio en sí es una parte viva de la historia de la ciudad. La zona antigua se construyó en 1706 y comenzó siendo el hogar del segundo conde de Buenavista, Antonio Tomás Guerrero. A su muerte, donó la casa de la calle Gaona a los padres filipenses. En 1970 se construyó la parte más célebre del inmueble, el patio de las columnas, donde se instaló un seminario de estudios teológicos. Con la ocupación francesa, el edificio se convirtió en tribunal criminal y jardín botánico de la ciudad. Después, la desamortización de 1836 cerró las puertas del hogar de los filipenses para pasar más tarde a ser un instituto.
Aún hoy en día, después de más de tres siglos de historia, quedan vestigios de todo ese pasado preacadémico, que se reparten entre el IES Vicente Espinel y las instalaciones del IES Nuestra Señora de la Victoria, donde en 1971 se trasladó la sección masculina del instituto. Por eso, la historia de uno no puede contarse sin la del otro.
En la biblioteca de este último, se guardan tomos antiquísimos que datan de antes de que el inmueble pasase a ser un instituto. La pieza más antigua es un pequeño libro en francés que de 1728 y que probablemente llegó con la ocupación francesa a principios del siglo XIX. «El tomo es un tratado técnico sobre cómo debe trabajarse la piedra con fines arquitectónicos», indica Pepe Jiménez Trujillo, profesor de Historia del IES Nuestra Señora de la Victoria y un apasionado del pasado del Gaona. La biblioteca también alberga bellas ediciones del siglo XIX de clásicos como 'Fausto' o 'La divina comedia', además de una curiosa aunque estereotipada enciclopedia del mismo siglo sobre las aficiones y costumbres de la mujer de clase burguesa, media y popular.
El Gaona no se convirtió en un centro docente hasta 1946. Todavía se conservan las actas del curso inaugural, en el que el alumno Rafael Ávila y Lima figura como primer alumno de ese año. La ciudad vivía entonces un auténtico apogeo económico. «El Gaona era como la pequeña universidad que Málaga no podía tener», explica Jiménez Trujillo.
«Un año después de su creación, el instituto absorbió los estudios de náutica que hasta entonces se impartían en la plaza de la Constitución y asumió todas sus propiedades, entre las que se encontraba el Acueducto de San Telmo, que abastecía de agua a la ciudad, y se ocupaba también de dar el parte meteorológico. «El director del instituto era también el director del acueducto, así que era un personaje muy importante en la vida social de la ciudad», indica Jiménez Trujillo. En el IES Nuestra Señora de la Victorea, se expone todavía la cartela de madera cubierta de pan de oro que adornaba el nombre del Instituto de San Telmo.
El historiador Víctor Heredia se ha encargado de organizar el archivo que se quedó en el Vicente Espinel. «Tenemos documentos de 1551, escrituras de propiedad de los filipenses que se quedaron en el inmueble y libros de la escuela náutica que tienen curiosidades como el ingreso de un alumno que luchó en la batalla de Trafalgar y luego retomó los estudios», indica.
Para Rafael Maldonado, profesor de Historia del IES Vicente Espinel, una de las principales joyas que todavía se conservan en el centro de calle Gaona es el aguacatero. «Los monjes filipenses empezaron a cultivar un gran jardín que se fue nutriendo con nuevas especies que la burguesía mercantil malagueña regalaba a los párrocos», indica. Hoy en día, sólo se conserva este ejemplar de más de 200 años.
Pero lo que más curiosidad causa es el museo de historia natural que se trasladó a Nuestra Señora de la Victoria. Hay más de 500 especies de animales disecados dormitando en una sala del instituto sin que sus propios alumnos conozcan su existencia. «Esto no se podría hacer ahora porque es muy costoso y algunos de los animales que están aquí han desaparecido o están en peligro de extinción, como el quebrantahuesos o el lince ibérico», dice Jiménez Trujillo.
Fueron los propios alumnos del masculino los que trasladaron los fondos desde la calle Gaona hasta el nuevo edificio construido por Fisac y situado en la avenida de Martiricos. Así lo recuerda Armando Bañares, entonces alumno del centro y ahora es profesor del IES Nuestra Señora de la Victoria. «Era extraño e incluso cómico ver cómo los alumnos llevaban a pie uno a uno todos los animales del museo de historia natural en una larga fila hasta Martiricos», recuerda.
Otra curiosidad guardada en vitrinas en Nuestra Señora de la Victoria son las maquetas de maquinaria agrícola. A mitad del siglo XIX, una de las asignaturas de los alumnos era la agricultura, y estudiaban el funcionamiento de los utensilios del campo a través de réplicas. Norias, molinos de harina o aceite, arados o un tornillo de Arquímedes para bombear el agua son algunas de las miniaturas que todavía se conservan.
Mención aparte tienen los documentos de personajes ilustres. Se conservan exámenes de Blas Infante, Picasso o el Nobel de Medicina Severo Ochoa. Otro episodio histórico fue la Guerra Civil. El acta de ese curso no se firmó, y cuando se reanudó el siguiente año, faltaban los nombres de tres profesores asesinados en la contienda. Fue entonces, según Heredia, cuando se dividió el centro por sexos y así siguió hasta el traslado del masculino.
SAN ESTANISLAO DE KOSTKA
El Palo
Un ejemplo de conservación
Manolo Narváez, antiguo alumno y profesor del instituto concertado San Estanislao de Kostka, ha aunado su pasión por la historia y su amor por el centro en el que estudió y es quien cataloga y conserva los vestigios de su pasado. Al contrario que ocurre con los tesoros del Gaona, los que se conservan en San Estanislao ocupan un lugar privilegiado en el edificio, y se ha creado un museo para que los alumnos puedan disfrutarlos.
Se conservan muchos instrumentos del gabinete de física, muchos de ellos en perfecto estado. El favorito de Narváez es un telescopio tipo Gregory de 1750 del que sólo se conservan dos piezas en el mundo: una en un museo británico y la otra entre las paredes del edificio de San Estanislao, que se fundó en 1882. Esta joya era uno de los pocos restos que se conservan del antiguo colegio jesuita en el centro de la ciudad. «Los jesuitas fueron excomulgados en 1763 y todos sus bienes pasaron al obispado; luego, cuando se creó el instituto de El Palo, el obispado le devolvió el telescopio», dice Narváez.
Narváez explica que la educación del siglo XIX se caracterizó por la experimentación. «En el gabinete de física, primero se experimentaba y luego se aprendía la teoría», dice, por eso se empleaban tantos utensilios y las clases de zoología se daban con animales disecados. San Estanislao también posee su museo de historia natural con más de un centenar de ejemplares. El estudio con animales reales fue tan importante que tanto San Estanislao como Gaona tuvieron taxidermistas en sus plantillas.
Entre los tesoros de San Estanislao también destacan maquetas agrarias y reproducciones de gran valor de la marca Ouzú que reproducen el interior de animales u órganos humanos, además de una mesa de laboratorio del siglo XIX.
IES PEDRO ESPINOSA
Antequera
Laboratorios llenos de ingenio
En el IES Pedro Espinosa de Antequera hay más de 50 instrumentos antiguos de física expuestos en vitrinas, la mayoría de ellos de principios del siglo XX. Los de química son aparatos de vidrio que están en el laboratorio. Desde 2003 que se cumplió el 75 aniversario del instituto se habilitaron las vitrinas para exponer los instrumentos. El IES Pedro Espinosa se creó el 25 de agosto de 1928 como Instituto de Segunda Enseñanza en Antequera.
Entre sus piezas destaca un tubo de Newton, que servía para demostrar de forma práctica que en el vacío todos los cuerpos caen con la misma velocidad; o una esfera de Magdeburgo, que mostraba por primera vez la fuerza del vacío. Mención aparte merece una tabla periódica de Antropoff, de 1925, que se diferencia de la actual porque a primeros del siglo XX no se habían descubierto todos los elementos. Por eso había otro tipo de clasificación.
En definitiva, este paseo por las historia de las aulas muestra otras formas de enseñar con las que trasladarse a unas aulas sin Internet ni ordenadores.
Los responsables de los centros con más historia de la provincia piden que se cree un museo de la Historia de la Educación para que los malagueños puedan disfrutar de los tesoros que esconden y, además, para que puedan conservarse correctamente, un trabajo que generalmente hacen de forma voluntaria los propios docentes. «Es una pena que toda esta riqueza se quede entre cuatro paredes cogiendo polvo, creemos que deberían exponerse para que los ciudadanos y los estudiantes pudiesen conocer cómo eran antes los institutos», indica José Antonio Alcalá, director del IES Vicente Espinel. El historiador Víctor Heredia va más allá y afirma que todo este material debería reunirse y crear un museo cuyo mejor enclave sería el propio edificio de la calle Gaona.
Educación, por su parte, expresa su interés por estos fondos y su agradecimiento a los centros docentes, tanto públicos como concertados, por ayudar en su conservación. «Existe la voluntad de poner en valor todos estos materiales y trasladar a las nuevas generaciones el pasado de nuestra educación; estamos trabajando para poder exponerlo al público, pero este trabajo pasa primero por su correcta catalogación», indican fuentes de la delegación de Educación. Sin embargo, no se prevé que pueda crearse un museo de Historia de la Educación y se apuesta más bien por permitir su exhibición dentro de los centros que los albergan actualmente.
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