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FEDERICO J. C-SORIGUERESCOFET
Domingo, 30 de noviembre 2008, 04:49
VIDAL-BENEYTO tan admirable por tantas cosas, habla seis lenguas y se avergüenza, en su columna habitual de un periódico de ámbito nacional, del bajo nivel de idiomas de los políticos españoles. Su comentario, me recordó, no se por qué, esta historia: «¡Estoy hablando con un imbécil¡», le dice un señor a otro. Airado el ofendido le respondió: «¡el que está hablando con un imbécil es usted¡». Y esta historia de imbéciles me trae a este debate sobre las lenguas que asoló el largo verano español. ¡La guerra de las lenguas nacionales¡, dicen, como si las lenguas fueran lenguas de fuego. ¡Qué extraño idioma el español que usa la misma palabra para identificar el idioma como para este órgano que viaja en el interior de nuestra boca, húmedo y bien arropado. Bífida se suele decir de quien utiliza el idioma, la lengua, como un arma. Afilada a quien la utiliza como un estilete. En vez de guardarse la lengua, los militares del idioma velan las armas afiladas y bífidas para la próxima batalla. Pero más bien parecen lenguaraces, que hablan por hablar sin tener en cuenta que las armas de la lengua, como las de fuego, las carga el diablo. La única patria es el territorio de la lengua, se suele decir con razón. Por eso nos maravillan y nos sorprenden esas niñas chinas adoptadas que cantan aquí sevillanas con acento y allí el Segador sin acento. ¿Acento?, ¿eso que es?. Tilde sí, en los escritos, por eso cuando a alguien le colocamos un sambenito lo tildamos. Así con el acento andaluz que es una tilde de la ignorancia de un pueblo, colocada por aquellos que disfrutan al parecer de lenguas sin tildes y que se irrogan el poder de calificar a los acentos. Como los de Bilbao que nacen donde les da la gana, así algunos creen poseer la lengua de las mariposas que pueden meterla donde les de la gana y salir almibarada, encantada de haberse conocido. Ser bilingües es una bendición del cielo y nada digamos ser tetra, penta o sextalingues como nuestro presumido Vidal-Beneyto, que no debe dar abasto para mantener vivas las siete lenguas y al que hay que agradecerle su empeño en reclamar este mismo estado de gracias multilingüe para todos los españoles. Si esta tesis de la bendición celestial del multilingüismo es cierta, ¡cómo dudarlo¡, lo contrario debería también serlo. Ser monolingüe es, o debería ser, una desgracia como otra cualquiera. La conclusión provisional es que los españoles monolingües tienen o deberían tener, una envidia del bilingüismo (a no confundir disfrutar de dos lenguas con tener una lengua bífida), tal como Freud teorizó sobre la famosa envidia del pene masculino en las incompletas mujeres. Una analogía a la que no quería llegar ahora entre el pene y la lengua que es, y que Dios me perdone, sobre todo un órgano sexual, como todo el mundo sabe o debería saber, aunque no fuera más que por que sin la lengua no podríamos acentuar las palabras adecuadamente y es bien conocido, al menos desde la literatura sensual del Cantar de los Cantares, la mística de Santa Teresa y San Juán de la Cruz, la Romántica de Bequer y otros alucinados y la más reciente literatura simplemente pornográfica, que la lengua es el más poderoso instrumento de seducción y incitación sexual. Confieso mi desconcierto ante el debate abierto en nuestro país sobre el famoso Manifiesto. Leo todo lo que cae en mis manos sobre él y me ocurre como al viejo rabino, presidente de un tribunal de justicia de su pueblo. Samuel, el acusador, se levanta y dice que un tal Jacob pasa con las ovejas por su tierra y le estropea las cosechas. No es justo, dice. ¡Tiene razón¡, le contesta el rabino. Luego se levanta Jacob, el acusado, y dice que sus ovejas morirían de sed si no atraviesan las tierras de Samuel para ir a abrevar al río y que ese camino ha sido permeable a los pastores desde tiempo inmemorial. ¡Tienes razón¡, le contesta el rabino. La señora de la limpieza que era la única que asistía al juicio al oírlo, exclama: ¡pero rabino, ¿como pueden tener razón los dos?¡. A lo que el rabino responde: ¡Tienes razón¡. Esta historia que el lector podrá encontrar junto a otras decenas de historias a cual más divertida en Platón y un Ornitorrinco.., ilustra que hay muchos momentos en los que todos tienen razón. ¡Cómo podía ser de otra forma, si estamos hablando de la lengua y hablar de la lengua es ya de por sí una contradicción en sus propios términos pues el habla y la lengua son la misma cosa y la cosa misma no puede entrar en la definición de la cosa en sí, como diría un filósofo profundo. La cuestión es muy antigua aunque nuestra ignorancia y nuestra desmemoria nos hagan creer que estamos en un debate fundacional. El plurilingüismo será un bendición pero no desde luego una bendición divina, pues lo debía tener muy claro el Creador al castigar a sus hijos con el plurilingüismo cuando quisieron alcanzar la gloria mediante una gigantesca torre, la famosa torre de Babel, en vez de esperar su turno después de la muerte. Si esta versión es cierta la torre de Babel fue el primer empeño serio de acabar con la incomunicación entre los seres humanos y la certificación de que, desde siempre, la primera causa de incomunicación ha sido la lengua, las lenguas. Los seres humanos necesitamos comunicarnos. Una persona aislada no será capaz de inventar palabras. Podrá producir sonidos como los animales pero no palabras como representación de la realidad. Sin comunicación no hay lenguaje porque no es necesario. Las palabras nos hacen humanos porque sin el otro, el lenguaje no existe. La riqueza de las lenguas, este patrimonio de la humanidad, es la consecuencia del aislamiento de los grupos humanos. Hablamos porque nos necesitamos e inventamos lenguas porque estamos solos, aislados. Las lenguas son la historia de una soledad. Sin fronteras, sin aislamiento, la historia de las lenguas sería otra. Si la historia del hombre en lugar de comenzar desde abajo hubiera comenzado hoy mismo Dios hubiera tenido que inventar otro castigo a la ambición humana pues, seguramente no habría habido tantas lenguas. Probablemente dentro de miles de años esta guerra de las lenguas carezca de sentido porque solo habrá una lengua universal que obligará a cerrar las academias de idiomas. Ese día será un gran día para España y para los españoles que no tendrán que aprender otro idioma ni soportar estupefacientes debates, como el generado por el Manifiesto. Pero mientras tanto intentaremos ser bilingües como los catalanes, trilingües como los suizos, o multilingües como Vidal-Beneyto. Yo, desde luego abogo porque, mientras tanto, en las escuelas andaluzas se enseñe el catalán, el vasco o el gallego, además de el inglés, el alemán, el francés y el chino mandarin sin olvidar el árabe pero sobre todo porque se enseñe bien el castellano o español. A hablarlo, a leerlo, a escribirlo bien. Con acento claro, quien no lo tiene, pero sin acentuar demasiado el localismo pues hay andaluces que cuando se les oye hablar parece que la lengua les ocupe toda la boca y a los que nada se les entiende, probablemente porque lo que dicen carece de sentido pues lo importante no es tanto el idioma con el que se habla sino si la lengua ha sido entrenada para pronunciar adecuadamente la idea, es decir expresada con precisión y esto es imposible sin una buena pronunciación que es algo más que el acento y algo menos que este debate que estamos teniendo en este verano con este calor que aprieta pero no ahoga. Pero mientras todo esto ocurre, como el rabino de la historia, estoy de acuerdo con todo el mundo, siempre que estemos hablando de la lengua. Esto o la guerra. Pero eso lo dijo mejor Maragall en un hermoso poema : «si el mar ja es tan formós, Senyor, si es mira, amb la par vostra a dintre de lull nostre, ¿Qué mes ens poder dar en una altra vida?» (Si el mundo es ya tan cruel, Señor, cuando lo vemos -con tu mirada limpia en nuestros ojos, ¿Qué más nos puedes dar en otro infierno?. Que suena tan bien en catalán como en castellano o español.
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