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SERGIO CORTÉS
Domingo, 5 de octubre 2008, 13:39
SIEMPRE con una sonrisa, Marcelino Torrontegui -en el deporte, 'Torron'- viene de La Rosaleda, su segunda casa. Es jueves y se ha rezagado, defecto poco habitual en él. Paseo hasta la cafetería y diálogo de apenas media hora. Es buen conversador y viene con la lección aprendida. «Ya sé de qué va esto, lo he visto en el periódico».
Tiene 44 años y nació en Gijón, aunque es un asturiano de pro y se le vincula más a Candás, donde, como dice su amigo Juan Ramón Muñiz, «es capitán general». «Soy de pueblo. Me crié en Albandi, un pueblo pequeño, lo que pasa es que Candás es el más importante del municipio, la capital del concejo de Carreño. Si decía que era de Albandi, no salía en el mapa». Allí está uno de los mejores restaurantes de Asturias, el Asador Torrontegui, donde su padre y luego su hermano (ambos, Felipe) han popularizado el cordero a la estaca. Marcelino ha pasado de echar una mano a ser el protagonista en las paredes. Decenas de fotos y también muchos pósters dedicados de los mejores deportistas.
En la entrada a Candás se puede leer 'Villa de olímpicos'. Desde 1968 siempre ha estado representada en los Juegos. Él lleva cuatro, desde Atlanta 96 -«los de Pekín son insuperables», dice-, y 18 Mundiales. «Siempre estuve relacionado con el deporte. Hice mis pinitos en fútbol, piragüismo, boxeo y fui copiloto de rallies con Fombona o Víctor Abraham. Eso se me daba bien. Es como el baile, cuestión de coger el ritmo», relata. Este diálogo y las obligaciones familiares lo dejarán sin opción de hacer 'footing' por la tarde. «Siempre digo que el que tiene talento debe aprovecharlo. Yo llevo 30 años haciendo deporte y siempre seré malo, muy malo. Soy un buen teórico y un mal practicante», dice.
Torrontegui llegó al ciclismo a través de un corredor del desaparecido Clas, Carlos Muñiz. Y después, Mapei, Festina, Cofidis... Pero el origen fue un equipo asturiano. «Salió de la nada y luego fue creciendo. Pero fue por encima de todo un equipo. El deporte, aunque sea individual, siempre es equipo. Cuando llegábamos a Asturias, sobre todo en la época de Rominger, era tremendo ver cómo nos recibían y también cómo puteaban a los otros...» En el mundo del ciclismo es archiconocido. Tiene una máxima: «En la vida tienes que sembrar». Ha trabajado con los mejores en cada momento (Rominger, Zulle, Armstrong, Virenque, Freire, Olano, Llaneras, Museeuw, Contador...), salvo con un buen amigo, Miguel Indurain. «Tal vez lo ayudé en un calentamiento, pero nunca le di masaje. Es un grande. Recuerdo que en Atlanta estaba con Martín Fiz cuando este falló y Miguel apareció sólo para levantarle el ánimo». En su vida fue clave Tony Rominger, casi un hermano. «Le debo mucho. Valoró mi trabajo y me obligó a ser mejor». También estuvo en el Cofidis con Armstrong, ahora en primer plano. «Si me preguntan si puede ganar el Tour, lo aseguro: sí. El primer año que estuvo con la 'quimio' llegó a la concentración con un aspecto preocupante. Salimos a un entrenamiento con dos bajo cero y 60 kilómetros, y él lo hizo con normalidad. A Tony y a mí nos dejó asustados. Tiene un 'motor'...»
Llegó al Málaga en 1999 para ayudar en Biescas. «Me llamaron Javi (Souvirón) y Juan Carlos (Pérez Frías). Yo soy futbolero y era mi ilusión. Me gustó mucho el grupo, el club, el ambiente... Vine perdiendo dinero, a empezar de cero viniendo de un sitio en que era alguien, pero acerté». Ha vivido innumerables momentos. Encontró la amistad de Fernando Sanz, del que luego fue compadre, y descubrió Málaga. «En los últimos años he tenido opciones de irme, pero sólo me iría de Málaga por temas familiares o por algo irrechazable. Málaga me ha dado dos hijos. Y soy malaguista hasta la médula. Siempre trabajo con ropa del club. Algunos me meten caña con eso en los Juegos y los Mundiales». Ahora está ilusionado con seguir en Primera. «Parece una tontería, pero el mejor recuerdo fue cuando nos salvamos la primera vez, en el campo del Espanyol. También el último ascenso ha sido espectacular por todo: por Fernando (Sanz), por la afición, por el club, por los periodistas, por Juanra (Muñiz)... Con él he hecho un máster de entrenador en año y medio». Pero lo suyo es dar masaje. Y trabajar los domingos. «He tenido pocos libres. Si no fuera así, no sé qué habría sido de mí. Menos mal que Susana (su mujer) ya me conoció así».
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