El espectáculo del vino

En la distancia parece simplemente una casa. Una moderna vivienda con ventanales que dominan el paisaje de viñedos desde lo alto de una loma. Es un lugar de descanso, aunque allí no vive nadie. Lo que parece una casa de campo es en realidad una bodega. Y lo que se ve no es más que la punta del corcho de la botella. Estrecho por arriba y ancho por abajo. Aprovechando el desnivel de una loma, la centenaria compañía Torres ha hecho un viaje al centro de la tierra al construir en el interior de una colina su nueva bodega, denominada Waltraud, que en estos días empieza a funcionar a pleno rendimiento: es tiempo de vendimia.

El comienzo del otoño es una de las épocas señaladas para conocer la sala de máquinas de una bodega. La uva está en su punto de maduración para la recogida y las bodegas son un ir y venir de tractores cargados de cabernet souvignon, merlot, garnacha, moscatel o tempranillo. Ese es el paisaje estos días de los viñedos de Torres, que se encuentran en plena elaboración de sus vinos de pago, los más cuidados y mimados de esta empresa familiar. Pero a pesar de conservar el cordón umbilical con su centenario pasado, la empresa dirigida por Miguel A. Torres acaba de inaugurar una bodega que busca su proyección hacia el siglo XXI al mezclar tradición y tecnología en los caldos, con una puesta en escena que es todo un espectáculo.

Bodega subterránea

Mientras otras bodegas han renovado sus instalaciones con proyectos de impacto arquitectónico -Marqués de Riscal con un sinuoso edificio de Frank Gehry en Elciego o CVNE con un diseño circular del francés Philippe Mazieres en Laguardia, entre otros-, Torres no ha renunciado a esa modernidad pero ha dejado que los viñedos sigan siendo los que dominan el paisaje en Pacs del Penedés. Así, el proyecto del arquitecto catalán Javier Barba apuesta por la integración en el medio con una gran bodega subterránea, un claustro semienterrado en la zona intermedia -con un mirador de cristal hacia las barricas de roble que hacen su trabajo bajo tierra- y una edificación de una planta en el nivel más alto que incluye las salas de catas y celebraciones.

Pioneros en la apertura de sus bodegas al público, Torres ha incluido una galería subterránea con un espectáculo audiovisual y lumínico en el que se enlaza el pasado vitivinícola de la zona y de la centenaria empresa con los vinos de finca que maduran en las entrañas de la nueva bodega: Grans Muralles, Mas la Plana, Más Borràs, Milmanda y Fransola. Este viaje al corazón del Penedés es el punto culminante de la visita a Torres, que recibe a sus invitados en un centro de visitantes, que muestra la transformación de la uva desde la cepa hasta la copa.

Túnel de olores

Una cata de vino -para los niños se sirve mosto- no puede faltar en la visita, que también incluye un ilustrativo recorrido por el Museo del Vino que muestra la evolución en la elaboración de los caldos y la historia de la propia familia Torres desde la fundación de la compañía en 1870. Un espacio dedicado a la cultura vitivinícola por el que pasan miles de personas a la año. Algunos incluso para tomar notas, como el escritor Noah Gordon que se documentó entre los viñedos de Torres para su reciente novela 'La Bodega'.

Las instalaciones de Torres son lo más parecido a un parque temático de la enología. Mezcla de espectáculo en la puesta en escena y tradición en la elaboración del vino, otra de las 'atracciones' es el Túnel de la Estaciones, un espacio en el que se puede experimentar en pocos minutos el ciclo anual de la vid a través de los sonidos y los olores de los viñedos.

La visita a la bodega destapa todo un mundo por descubrir detrás de cada copa. Tanto que dan ganas de 'probar' los otros escenarios de los que nos hablan durante el recorrido, como las bodegas Torres en Chile y en California. Pero ese es otro trago.