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AMANDA SALAZAR
Domingo, 17 de agosto 2008, 13:15
El uso de las nuevas tecnologías en la empresa tiene sus pros y sus contras. La conexión a Internet ha abierto nuevas posibilidadades a las empresas malagueñas, que ahora tiene acceso a nuevos mercados presentando sus productos a través de esta ventana globalizada.
Pero en el día a día, la Red no sólo trae ventajas. Internet también se ha convertido en la distracción favorita de los trabajadores en su puesto de trabajo. Una forma de perder el tiempo más sutil que charlar con los compañeros o tardar más tiempo del necesario en desayunar que los empresarios no han pasado por alto.
Contestar emails personales, buscar información de viajes o de ocio, buscar otros empleos, hacer la compra 'on line' e incluso descargas de archivos que nada tienen que ver con las tareas encomendadas en horario laboral son los usos favoritos que hacen muchos empleados de la Red. No en vano, cuatro de cada diez malagueños admite que visita páginas de Internet desde su puesto de trabajo, según un estudio realizado por la Sociedad de Planificación y Desarrollo (Sopde). Es el segundo lugar de conexión a Internet más empleado por los ciudadanos, por detrás de la propia vivienda.
Por eso, las empresas han decidido tomar cartas en el asunto y se ha multiplicado el uso de programas que limitan la utilización de Internet. Así lo confirman las consultorías especializadas en nuevas tecnologías consultadas por este periódico. «Tras los programas de protección de datos, es el servicio más demandado», afirma Pedro Medina, director de la consultoría Martín Abello.
«Las grandes empresas sobre todo están cada vez más sensibilizadas con este problema y no están dispuestas a permitir que su plantilla pierda el tiempo, porque consideran que es lo mismo que perder dinero», indica Medina, quien cree que el tema es todavía una asignatura pendiente para las pequeñas y medianas empresas (PYMES). Censurar Internet para los empleados no es sólo una cuestión de productividad. A las empresas también les preocupan temas como la seguridad -muchos virus llegan a través de correos privados- y los delitos cometidos a través del ordenador.
Advertir a los empleados
Pedro Medina indica que actualmente se trabaja en dos líneas a la hora de restringir el acceso a Internet. Por un lado, se instalan filtros a ciertos contenidos en la web, censurando páginas concretas. Pero en un territorio tan vasto como el de Internet, prohibir el acceso página a página es como poner una valla en el desierto.
La segunda estrategia es instalar en cada ordenador un programa que registra semanalmente todas las páginas visitadas por el terminal del empleado, de forma que la empresa puede conocer el uso que realiza éste de la Red.
Claro que, para poder realizar este control, la empresa tiene que comunicarlo previamente a los trabajadores. «Lo que la empresa averigüe con estos programas no se puede utilizar para imponer una sanción o realizar un despido si los empleados no estaban advertidos con anterioridad», dice Medina. Una vez hecha pública esta vigilancia, si el empleado accede a páginas indebidas -siempre que no incurra en una acción ilegal más grave- se le da una primera llamada de atención. La segunda vez, se realiza un apercibimiento por escrito, y en el tercer caso, ya puede incurrir en causa de despido.
Derecho a la intimidad
Algo más complicado es vigilar el uso del correo electrónico. El límite entre el derecho a la intimidad del empleado y el derecho del empleador a impedir que se haga un uso indebido de la tecnología es muy fino.
Según un estudio elaborado por la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra (IESE), sólo una de cada diez empresas en España ha sancionado a algún trabajador por abuso de Internet, mientras que sólo el 3% ha despedido a algún empleado por esta razón.
En la calle, los trabajadores se sinceran. «Claro que uso Internet para ver páginas que no son del trabajo; consulto mi cuenta bancaria, miro alojamientos para las vacaciones pero lo hago en los tiempos muertos, no creo que eso sea malo. Pasamos muchas horas en el puesto de trabajo y si no se abusa yo pienso que sí se puede usar Internet», indica una funcionaria que, pese a su convencimiento, prefiere no dar su nombre «por si lo lee el jefe».
«Yo creo que la empresa no tiene derecho a controlarnos, es una vulneración de la intimidad del empleado; ¿qué va a ser lo próximo?, ¿poner una cámara en el baño por si se nos ocurre que nos llevemos papel higiénico?», señala otro trabajador. «Pues yo lo veo bien», asegura otra ciudadana. «En horario laboral uno no puede pasarse las horas llamando a la familia o navegando tranquilamente por Internet, porque el trabajo que no hace lo tienen que hacer otros compañeros», indica.
Carlos Gozález, empleado de una multinacional, piensa que la cosa se solucionaría si en España se trabajase por objetivos, como en el resto de Europa. «Si yo cumplo mis objetivos marcados, a la empresa le da igual si miro o no miro Internet, es problema mío cómo me organice el tiempo», dice. Opiniones muy diferentes que muestran la estrecha línea que separa los intereses del empresario y de los trabajadores.
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