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ANTONIO ROCHE
Jueves, 14 de agosto 2008, 14:28
Si en la primera sustitución que se produzca en esta feria no cuentan con Mari Paz Vega, podríamos pensar y afirmar que existe un machismo detestable. Hay toreros cogidos y algunos que se pueden caer, y si en esa vacante no entra la malagueña sería de una injusticia tan denunciable como la que sufrió ayer Mari Paz Vega con el presidente de la corrida, Enrique Moya.
Nos parece estupendo que ponga el listón alto. Es plausible para que La Malagueta no sea una verbena. De acuerdo. Pero vamos a estar atentos para que ese mismo nivel de exigencia se mantenga la próxima semana con las figuras que vienen a Málaga. Si no fuera así, podríamos pensar que la media plaza que le gritaba a coro '¿Machista, machista!' llevaba razón.
Toreo a la verónica
Mari Paz estuvo cumbre. Hasta el momento, han sido los mejores lances que hemos visto en esta feria. Luego, con ese oficio aprendido a base de revolcones y sufrimientos por esos mundos de Dios, supo meter en la canasta a sus dos toros, que fueron francos en la muleta después de que ella tejiera los inicios con los mimbres más idóneos para poder hacer faena. Una tarde de toros para el arrastre, la de El Palo la salvó con torería, con amor propio y vergüenza torera. El clímax lo alcanzó en el quinto, cuando instrumento unos naturales -sobre todo uno relajado- que pusieron los vellos de punta. La plaza fue un clamor pidiendo las dos orejas pero Moya se mantuvo firme con un solo pañuelo y el público le obligó a dar dos vueltas al ruedo.
Lima de Estepona, que fue cogido sin consecuencias al llevar al primero al caballo, pecó del arrimón inicial con la pañosa porque lo que hizo fue ahogar la embestida cuando el burel tenía recorrido. El público respondió con aplausos al toro y silencio al diestro. En el cuarto, poco pudo hacer Lima de Estepona. Se colaba peligrosamente y lo mejor que hizo fue matarlo.
El debutante Salvador García demostró su inexperiencia -esta es su segunda corrida-. En el sexto se dejó ir un buen toro que repetía con bravura, pero permitió que le cogiera con frecuencia los engaños.
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