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GEMA MARTÍNEZ
Viernes, 18 de julio 2008, 04:49
Hace 22 años, a María Pilar García Pertierra le asesinaron a un hijo de 20 años. Se llamaba Andrés José Fernández Pertierra. Fue uno de los doce guardias civiles que la mañana del lunes 14 de julio de 1986 saltó por los aires en la madrileña plaza de la República Dominicana. Una furgoneta cargada con 40 kilos de goma 2 y metralla explosionó al paso de un autocar y un microbús en el que viajaban alumnos del Primer Curso de Circulación y Tráfico para Guardias Civiles. «Era -dice la madre- el primero de su promoción».
Andrés José Fernández Pertierra es también una de las 25 víctimas del etarra De Juana Chaos, que a punto está de salir de prisión y que ha vuelto a amenazar con una nueva huelga de hambre al saber que su casa podría ser embargada para indemnizar a las familias de las personas que mató. Pero de José Ignacio de Juana Chaos, Pilar no quiere ni hablar: «De eso, ni una palabra». La mujer ni siquiera acierta a definir qué se siente al saber que el asesino de su hijo va a vivir en libertad, después de cumplir 22 años de una condena de 3.000. «Muchas veces no le quiero ver, ni a él, ni a nada. ¿Qué siento? No sé. A veces no se siente ni indiferencia. Es como un vacío, como nada».
Sin consuelo
«Sí, guardo rencor», dice la madre de Andrés. «No sé si debo sentirlo, pero lo siento. Esto es horroroso. No se pasa nunca». De su hijo tiene las cenizas, en una urna, en el salón. Lo dice cuando le preguntan si consuela algo saber que, después de 22 años -ahí es nada- el ayuntamiento ha aprobado ponerle el nombre de su hijo a una calle de Málaga, la ciudad donde creció: «El dolor no lo compensa nada. A mí, lo único que me queda es tener las cenizas de mi hijo en el salón», y se calla porque se quiebra.
Casi al lado de Pilar está María Victoria Campos, que lleva en el cuello la medalla al mérito que le dieron a su marido, Juan Manuel Piñuel. Ella la recogió cuando le enterró. El 14 de mayo de este mismo año él se convertía en la víctima 1.001 de la barbarie terrorista. Tenía 41 años y apenas llevaba un mes en el cuartel de Legutiano (Álava), donde explotó el coche bomba que acabó con su vida.
«El día a día desde entonces se queda para mí. Son vivencias propias», dice su viuda, que también reivindica su propio dolor: «Mi dolor es mío. No me lo va a quitar nadie. Ese dolor es para mí y para cuando yo quiera expresarlo». Como antes -incluso en los peores momentos- María Victoria Campos desprende una especie de fuerza templada que ella misma no sabe de dónde viene. Asegura que siente impotencia, y también rabia, pero odio no. No odia, y sabe exactamente por qué: «Cuando odias a alguien te torturas a ti misma, te machacas a ti. Ellos no se están enterando, y si se enteran, les sirve para engrandecerse. Tengo dolor, si encima les odio, me voy a romper».
Han pasado dos meses, pero sabe que el tiempo no cura estas cosas. En eso, María Victoria coincide con María Pilar: «El dolor no lo quita nada», pero la viuda de Juan Manuel Piñuel dice que, al menos, su nombre en una calle es un reconocimiento que se merece: «Es la única forma que hay de que la gente reconozca que ocurren cosas de esas. Luego todo llega al olvido. Todo se olvida. Todo pasa, hasta que, por desgracia, vuelve a ocurrir».
Una calle en conmemoración a los que han dado la vida por el país. «Por qué no, si se hacen reconocimientos a terroristas con nombres de calles y en los mismos sitios donde han asesinado. Hay que empezar por algo», afirma, mientras se toca la medalla que lleva al cuello, con orgullo: «Sí, con orgullo. Se la merece él y todos los que como él sacrifican su vida por los demás».
Larga espera
María Pilar García Pertierra no quiere ni mencionar a De Juana Chaos, el asesino de su hijo, pero Antonio Gaspar, secretario en Málaga de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), sí lo hace: «Mientras los verdugos están haciendo huelga de hambre por décima vez para conseguir sus pretensiones, las víctimas han tenido que esperar 22 años para que honren a sus hijos».
Gaspar afirma que ha sido la asociación la que ha instado al Ayuntamiento de Málaga a que lleve a cabo esta medida: «Después de 22 años, ni políticos ni nadie. Lo hemos hecho los familiares y nosotros. Hemos llenado un hueco vacío». Dice que no podía ser, que no pueden seguir saliendo a la calle y pensando: «Si pasa lo peor, ¿te entierran y te olvidan? No. Los guardias civiles queremos mirar hacia el futuro con ilusión, pero para ello debemos cerrar nuestras heridas del pasado, necesitamos ver homenajeados a todos los héroes malagueños».
El secretario de AUGC mira a María Pilar, que llora, y lanza un deseo: «Ojalá que quien ha hecho tanto daño tenga pesadillas todas las noches de su vida».
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