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N. R. C.
Jueves, 19 de junio 2008, 03:55
Ha empezado la cuenta atrás. Ya nadie duda de que las Islas Kiribati, un archipiélago de 33 atolones que flota entre Hawai y Australia sobreviva al progresivo incremento del nivel del mar. Si se cumplen las previsiones, estas paradisíacas islas del Pacífico se convertirán en las primeras víctimas del calentamiento global del planeta y serán devoradas por el océano en menos de medio siglo. La oficina de turismo de Kiribati 'vende' este destino como un lugar en el que encontrar la paz «sin amenazas de terrorismo, tsunamis, o terremotos». Olvida que está a punto de convertirse en un paraíso submarino, como si fuera la mítica Atlántida.
La desaparición de Kiribati no es una profecía, ni una visión apocalíptica del mundo sin fundamento científico. Un informe de Naciones Unidas advirtió en 1989 que desaparecerían bajo las aguas. Diez años después, se comprobó que no era una amenaza y dos de sus islas se hundieron. Irónicamente fueron Tebua y Abanuea, que significan algo así como «la playa que más tiempo permanece». Así que el presidente de esta pequeña nación de Oceanía, Anote Tong, ha decidido no esperar más y prepara el éxodo a una tierra más firme.
Puntos en el mapa
Tong ha emprendido una gira internacional para encontrar una nación de adopción para sus conciudadanos. Aunque, de momento, su petición de asilo no ha tenido mucho éxito. Solamente el Gobierno neozelandés ha respondido a la llamada de auxilio.
En el mapa, Kiribati no representa más que 33 pequeños puntos. Si se sumara la superficie total de estas islas mínimas apenas superarían la superficie de un municipio como Madrid. Una veintena de los 33 islotes están deshabitados, pero son el hogar de 105.000 personas que necesitan desembarcar en una nueva patria. La gran mayoría se aloja en las Islas Gilbert, uno de los parajes que visitó el escritor Robert Louis Stevenson y dejó reflejadas en 'Los mares del Sur'.
Mientras Nueva Zelanda se ha brindado a acoger a miles de kiribatíes, otros vecinos gigantes como China y Australia han hecho caso omiso a la llamada desesperada de sus vecinos. El presidente de Kiribati no ha podido ocultar su frustración ante un problema causado fundamentalmente por los grandes contaminantes. «Los países poderosos envían a las naciones pobres una ayuda financiera que no sería necesaria si recortasen sus emisiones de gases», reprocha.
El dirigente kiribatí asegura que los pequeños archipiélagos del Pacífico Sur sólo producen el 0,6 por ciento de la contaminación del mundo y, sin embargo, son ellos los que más pagan los daños del cambio climático. La única solución que se ha planteado para evitar el hundimiento del archipiélago es la construcción de un dique de refuerzo en las Islas Gilbert. Pero su construcción costaría más del doble del PIB del país.
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