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TEXTO: GEMA MARTÍNEZ
Martes, 27 de mayo 2008, 03:38
CONVERTIRSE en la familia de acogida de un niño que un día fue separado de sus padres biológicos para trasladar su mundo a un centro de protección de menores, no es tarea fácil. Mari Sol Rodríguez lo sabe, porque lo ha experimentado desde el punto de vista personal y profesional. Por eso también conoce en propias carnes la recompensa a una entrega desinteresada cuyo objetivo es permitir que un crío que conoce el desamparo crezca y se desarrolle en un hogar capaz de cubrir sus necesidades afectivas. Y está tan convencida de los beneficios de esa experiencia que, a ratos, no encuentra palabras: «No se puede explicar lo que uno siente cuando ves que, al cabo de un tiempo, al niño le cambia la cara. El acogimiento puede resultar una entrega agotadora, pero todo recompensa», dice.
Mari Sol Rodríguez es psicóloga y miembro del equipo coordinador de Hogar Abierto, la primera asociación centrada en el acogimiento familiar que se creó en Andalucía. Además, forma parte de las ocho familias fundadoras que hace diez años se unieron para desarrollar una figura cuyo objetivo era ofrecer hogares estructurados a críos que, en muchos casos, terminaban haciéndose mayores en los centros, después de años de institucionalización que terminaban dejando secuelas. Desde entonces, la asociación ha proporcionado acogimiento familiar a un total de 360 niños y cuenta con una bolsa de 120 hogares profundamente solidarios.
Para entender el papel de estas familias baste decir que abren las puertas de sus vidas a niños que suele arrastrar importantes carencias afectivas: «No son más difíciles, pero en muchos casos son niños que han sentido el abandono, y actúan desde ese rechazo. Tú le tienes que demostrar que, aunque hay comportamientos que no te gustan, le quieres y va a salir adelante».
Además, las familias deben tener claro desde el principio que el acogimiento, aunque acabe siendo permanente o de tiempo indeterminado, jamás puede terminar en adopción: «Uno de los criterios principales por los que se rechaza a una familia para que tenga a un menor en acogida es que la motivación sea la adopción, y eso se ve a la legua», asegura la psicóloga.
Familia biológica
De hecho, uno de los motivos por los que la administración opta por el acogimiento familiar en lugar de por la adopción es porque considera que en esos casos la familia biológica, con la ayuda de equipos especializados, puede superar los problemas que han conllevado la retirada del menor, por lo que es posible que éste regrese con sus progenitores. Por eso, en este tipo de acogimientos se respetan las visitas de los padres biológicos y se incide en la necesidad de que el crío mantenga los vínculos con su familia de origen.
Mari Sol Rodríguez está convencida de que el acogimiento familiar supone todo un revulsivo para que los padres biológicos quieran resolver los problemas que han originado la retirada del menor: «Cuando el menor es ingresado en un centro, muchos progenitores se relajan, porque consideran que el hijo están en una especie de colegio y que tienen todo resuelto, pero cuando se les da en acogimiento, el padre biológico lucha por resolver su situación».
La psicóloga de Hogar Abierto afirma que también se producen cambios importantes y beneficiosos en la familia de acogida: «Crece la complicidad con los otros hijos, que deben conocer y participar de la situación. Además, estos niños empiezan a valorar lo que tienen en su casa, porque conocen de primera mano las carencias que sufren otros niños. Se habla de otras realidades y de cuestiones que no se abordarían en otras circunstancias, y además tus hijos también se sienten útiles». Los beneficios deben ser ciertos, porque las responsables aseguran que, salvo circunstancias graves, como la enfermedad o fallecimiento de algún miembro de la pareja, las familias acogedoras siempre repiten. MÁS INFORMACIÓN I Hogar Abierto. C/ Nosquera, 15. 952122566 www.hogarabierto.org
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