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Manuel Vilas. / EFE
La España de Vilas
NOVELA

La España de Vilas

El autor hace en su nueva obra una autopsia del cadáver de un país todavía vivo, pero que desea resucitar

JUAN FRANCISCO FERRÉ

Viernes, 25 de abril 2008, 03:45

IMAGÍNESE un canal de televisión consagrado a emitir una señal que permita al telespectador hacerse una idea contradictoria de lo que significa ser español. Situémonos, pues, en la tumultuosa España actual: la España sin sal de Zapatero, la España de la niña de los ojos de Rajoy, la España donde Almodóvar es ya un millonario sesentón y no un artista rompedor, la España eurotelevisiva del infumable chiquilicuatre. Sin excluir el pasado, desde luego, el imaginario de las generaciones que nos precedieron, desfigurado por un poder dictatorial empeñado en encerrarnos en una imagen estereotipada de lo español.

Esto sería sólo una parte de lo que nos propone Vilas en este libro tan caprichoso como necesario, tan excéntrico como contundente, superpoblado de pequeñas historias que pretenden hacer Historia, o sintetizar un gran relato alegórico sobre las razones y sinrazones de que seamos lo que somos sin dejar tampoco de ser otras cosas. Así que la España de Vilas es la España de la televisión en blanco y negro y luego a color y luego con pantallas de plasma en alta definición. La televisión es el modo paradójico en que Vilas se distancia de lo más crudo y zafio de la realidad española, manipulando las distintas señales para ofrecer una imagen digital de la España de hoy. Y cargarse así la imagen oficial.

No podía ser de otro modo en un libro que se titula como se titula con total descaro, sabiendo que habrá muchos que no entiendan su gesto y se pregunten, ¿pero es que este aragonés no se ha enterado de que han pasado ya más de cien años desde la generación del 98 y más de treinta de democracia como para seguir dándonos la paliza con el tema de España?

Sí que se ha enterado, descuiden, Vilas está al día de lo que pasa, pero pasa que un españolito del 62 como Vilas reclama su derecho de escritor a interrogarse en los albores del siglo veintiuno por el pasado, el presente y el futuro de este país vetusto.

Tiempo muerto

Y se atreve a meter los dedos en la llaga sagrada, sí, donde duele, huele y sangra la cosa española, con la libertad y la audacia que le reconocen la Constitución del 78 y el ordenamiento legal vigente. Pero esa España goyesca de Vilas es también la de un interminable tiempo muerto.

Si no fuera ofensivo, se diría que Vilas se atreve a meterle mano a España en el momento crítico de su defunción política. Esa muerte la declara en la novela nada menos que Fidel Castro y es que sólo el líder decrépito de una revolución esclerotizada podía legitimar semejante disparate simbólico. Y Vilas, asumiendo el diagnóstico de la necrosis con humor incomparable, juega a forense de una España literal y literariamente difunta. Vilas hace en 'España' la autopsia del cadáver de una España que está viva todavía, o ansiando resucitar. Es una autopsia del futuro, como si España fuera ya una gran ruina arqueológica excavada desde el porvenir con tecnología chiripitifláutica y toda la ignorancia histórica que cabe esperar del futuro. Pero si este libro es algo, aparte de una divertidísima invitación al desahucio de los podridos fantasmas que vampirizan desde hace siglos la identidad española, es un poderoso antídoto contra todas las historias mágicas y las fabulaciones míticas que siguen legitimando los nacionalismos centrípetos y los centrífugos.

Y por si faltara algún tabú o mito ibérico por desbrozar, Vilas arremete sutilmente contra las dos Españas de la leyenda maniquea en blanco y negro. Ni izquierdas ni derechas, no. En un país donde ha funcionado a lo largo de la historia la más perfecta conjura de los necios y la conspiración inquisitorial, no es la adscripción ideológica la que helará el corazón del españolito nacido en cualquier década, no.

Es la España gris, la España mediocre, la España mezquina, el ente que conspira desde todas las cátedras, púlpitos y puestos de poder contra la otra, perpetuamente condenada a la marginación y el exilio.

Ahora sí que existen dos Españas. La de Vilas y la otra, la que no sale en la tele.

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