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REGINA SOTORRÍO
Sábado, 12 de abril 2008, 14:53
A los 40 años le gustaría haber cumplido «los mandatos sociales» que ha interiorizado durante toda su vida («tener familia, casa, un trabajo estable...»). Pero, cuando el cambio de década está a un paso, «aún no lo he hecho». Por eso, Alberto San Juan -ganador de un Goya y una Biznaga el año pasado- reconoce sentirse identificado con «ese tipo de gente» a la que interpreta, que no consigue adaptarse «a esa sociedad de tan mala calidad», parafraseando el título de la película que ayer presentó en Málaga ('Gente de mala calidad').
En esta sociedad, ¿hay mucha gente de mala calidad?
En la película son los mismos personajes los que se sienten fuera de la sociedad, en el sentido de que no han logrado cumplir los mandatos sociales convencionales, como tener un trabajo estable, una pareja, una familia, un hogar... Y creo que efectivamente hay muchísima gente a la que nos ocurre esto porque es una sociedad donde es fácil que suceda por su grado de deshumanización.
Ocurre en la sociedad, ¿y en el cine?
Igual que en cualquier otro ámbito, o incluso un poco menos.
Nos estamos acostumbrando a verle en personajes de hombres fracasados, que no terminan de conseguir algo en la vida...
Es normal que el cine y el teatro hablen de las dificultades de los seres humanos para convivir y de los individuos para ser ellos mismos e intentar ser felices. Entonces es normal que aparezcan personas que fracasan en sus proyectos vitales, porque estas historias son ocasiones de aprendizaje.
Y a usted le atraen estos papeles.
Me gustan los personajes con contradicciones, que no sean de una pieza, que tengan distintas caras.
¿Ha encontrado ya su lugar?
Bueno, creo que me queda muchísimo por aprender. Sentiré que he encontrado mi lugar cuando me sienta cómodo trabajando, o más bien con la tranquilidad suficiente para intentar profundizar. Y todavía no he alcanzado esa madurez.
«Mucha tensión»
¿Y por qué?
Me queda mucha tensión de la que liberarme para poder sentirme tranquilo y a partir de ahí profundizar más en mis trabajos.
¿Dónde es más usted: en el drama o la comedia?
Me puedo sentir cómodo en cualquier faceta. Prefiero una buena comedia a un mal drama, y al revés.
¿Trabaja más seguro después de ganar el Goya o es mayor la responsabilidad?
No es una responsabilidad, me han dado un premio por un trabajo que he hecho y ya está. Eso no me hace ni mejor ni peor actor, ni me coloca en otro lugar distinto. Es un reconocimiento puntual que agradezco muchísimo... y ya.
Parece que no le da mucho valor...
Le doy valor a que una serie de personas hayan considerado que mi trabajo merecía ese premio, pero no cambia mi vida a partir de ahí.
El año pasado ganó la Biznaga, pero no la pudo recoger, ¿cómo se la hicieron llegar?
La recogió Julián Villagrán y en Madrid me la dio.
¿La guarda junto al Goya?
Por ahí está, en casa.
Hemos hablado de premios pero, ¿recibe bien las críticas?
Siempre duelen, pero intento escucharlas y aprender de ellas.
Y ahora que Bardem ha abierto el camino, ¿ve más cerca Hollywood?
Ni se me pasa por la cabeza.
¿No le interesa?
Me interesa lo mismo que el cine vietnamita o cualquier otro. Además, creo que ganar un Oscar es, por una parte, un sueño para cualquier mitómano o para el niño que todos llevamos dentro, pero por otra tiene mucho de putada.
Explíqueme eso.
Porque la hiperfama de Javier Bardem no creo que contribuya a su felicidad personal. No he hablado con él, pero no sé si se alegrará de haber recibido ese premio. Cualquier reconocimiento es bonito, pero a la vez tiene que ser terrible.
¿No le compensa la fama?
Ni a mí ni a nadie.
En los últimos años ha hecho algún que otro cameo en la televisión, ¿no se ha planteado quedarse?
No. La televisión tiene una gravísima contrapartida, que es la fama. Y eso es algo que hay que plantearse detenidamente.
¿Pero usted puede pasear todavía tranquilo por la calle?
Mucho más de lo que podría si estuviera haciendo una serie.
Es un actor que dice lo que piensa sin importarle el qué dirán. Recuerdo ese «que desaparezca la Conferencia Episcopal» al recoger el Goya.
Todos tenemos el derecho y el deber de implicarnos en la organización de nuestra convivencia. En ese sentido, expresar tu opinión sobre elementos que consideres de conflicto o sobre los que reflexionar creo que está bien.
¿Es un actor comprometido?
No creo que esté muy implicado en ningún tipo de lucha social. No porque no crea en ello, sino por falta de capacidad o de generosidad.
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