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REFLEXIÓN. López Cuenca huye de los estereotipos. / C. MORET
Rogelio López Cuenca: «Los centros de arte son en realidad centros comerciales»
ARTISTA

Rogelio López Cuenca: «Los centros de arte son en realidad centros comerciales»

«En la historia de un país, es más importante lo que se deja fuera que lo que se incluye», argumenta el creador, descreído de los discursos oficiales

A. J. L.

Domingo, 27 de enero 2008, 11:52

Quien resiste gana o al menos vende caro su pellejo en la feria de las vanidades de la política, el arte y la historia. El malagueño Rogelio López Cuenca sabe que los discursos oficiales están escritos con ausencias y borrones, pero eso encamina su trabajo hacia los nuevos soportes que abren el debate a los ciudadanos -él los llama «lectores»- anónimos. El resto es propaganda.

Uno de los asuntos centrales de su obra versa sobre los sesgos que limitan la capacidad de percibir la realidad en su conjunto. ¿Es imposible conocer a ciencia cierta el terreno que pisamos?

Lo que pasa es que a la realidad accedemos a través de los lenguajes y los lenguajes pertenecen a los que tienen la capacidad de narrar y los que tienen ese poder con frecuencia tienen los demás poderes. Hay entonces modos de narrar que pertenecen a los grupos del Poder con mayúsculas donde se encuentra elementos ocultos que nos informan más de la realidad porque configuran un archivo de lo que la historia oficial ha ocultado, a mí eso me parece fundamental para configurar una concepción de la historia y de la identidad. Los elementos son esos y van constituyendo la historia del arte de un país o una época a través sobre todo de exclusiones. Es más importante lo que se deja fuera que lo que se incluye.

¿Pueden conducir esas prácticas hacia un nuevo analfabetismo?

Sin ninguna alguna. Una de las intenciones de ese trabajo es precisamente ralentizar los procesos de lectura de modo que el fenómeno global de la comunicación se cristalice en algo que sea comprensible, porque esa sobreabundancia se convierte en lo que los técnicos llaman el 'ruido blanco', un ruido continuo en el que en realidad es imposible distinguir realidad de ficción o arte de cualquier otro tipo de dispositivo cultural con intereses comerciales. Los centros de arte contemporáneo son en realidad centros comerciales de promoción de intereses privados. Es una cosa escandalosa.

La crítica inscribe parte de su obra en el cajón de sastre del 'discurso irónico'. ¿Esa reducción es una manera de contrarrestrar la denuncia?

Aunque no sea lo que me está preguntando, me parece que lo que está absolutamente en crisis es lo que hemos entendido hasta ahora como crítica especializada. Gracias precisamente a lo que se llaman los nuevos medios de comunicación, que son más en red y donde la autoridad provisional se está debilitando, lo que dicen los críticos no tiene tanta importancia como lo que dicen los usuarios del lenguaje y los usuarios de la mirada. Ese tipo de clasificación de la crítica que además venía de la Historia del Arte tendía a hacer clasificaciones de las producciones artísticas atendiendo a esa misma Historia del Arte y la mayor parte de las prácticas artísticas contemporáneas no proceden de la Historia del Arte; eso está completamente desbordado, proceden de otro tipo de experiencias. Una visión tan conservadora y tan fosilizada que lo que hay que poner en cuestión es precisamente lo que hay que cuestionar.

Cuestión de clases

¿Para usted resulta más interesante la opinión de esos usuarios de la mirada que la sentencia de esa crítica?

Vamos a ver. Me han preguntado a menudo acerca del interés por la reacción pública y no eres tú ya personalmente el que está interesado. Los dispositivos que pones en circulación son signos que van cambiando de significado a lo largo del tiempo y dependiendo de los diferentes contextos. Pero si lo que me pregunta es sobre la interpretación de los críticos... llamémosles 'lectores especializados', pues hay algunas que me interesan y otras que me parece que están deslegitimadas. No me parece que sea una cuestión de clases entre los elegidos y la chusma. Como eso de la alta y la baja cultura. Ese tipo de distinciones las seguimos manejando para sobrevivir pero no tienen mucho sentido.

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