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Leer mañana (II)
OJO SECRETO

Leer mañana (II)

La humanidad nunca renunciará al placer del libro tocado, olido y estrujado. El atractivo de un libro impreso está también en la experiencia material de su disfrute y posesión

ANDRÉS NEUMAN

Sábado, 26 de enero 2008, 03:29

CUANDO nos preguntamos qué estrategias de supervivencia debería seguir el libro impreso, estamos dando por seguro un apocalipsis muy discutible. En realidad no temo ningún naufragio. Personalmente no hablaría de supervivencia, sino de adaptación a los nuevos tiempos.

No estoy seguro de que sea una buena idea depositar la mayor parte de las energías editoriales en ediciones de bolsillo. Al menos no en aquellas que, más allá del saludable abaratamiento del precio, le ofrecen al lector un objeto mal encuadernado, incómodamente impreso y no demasiado legible. Si se tratase sólo de ahorro de materiales y bajada de costes, entonces el libro digital llevaría las de ganar. Por supuesto, que los libros tengan un precio razonable y accesible para el comprador medio es algo sin duda positivo. Pero el atractivo de un libro impreso está también en la experiencia material de su disfrute y posesión. Por eso, aunque parezca contradictorio, simplificar la edición impresa hasta obtener un objeto tan barato como rudimentario, podría llegar a ser contraproducente: la función específica (estética, simbólica, sensorial) del objeto libro quedaría en entredicho. Si yo fuera editor, apostaría por subrayar el carácter de belleza física, de pequeña obra de arte, de objeto palpable, asible y deseante que tiene todo buen libro impreso. Además de seres digitalizados, seguimos siendo seres con dedos. Esto no siempre conlleva un encarecimiento del ejemplar: cualquiera que visite las librerías sabe que existen editoriales que ofrecen novedades estéticamente espantosas a bastante más de 20 euros, y otras que nos permiten disfrutar de un libro precioso por 17 ó 18 euros. En poesía, por la brevedad general de las obras, esto se hace especialmente claro: el precio de la mayoría de títulos oscila entre los 8 y los 14 euros, siendo muy evidentes las diferencias de calidad y buen gusto en las presentaciones según la editorial.

Pienso que la humanidad nunca renunciará al placer del libro tocado, olido y estrujado. Lo que probablemente hará (y hará muy bien) es imprimir menos cantidad, eligiendo qué y por qué imprime. Resultará tan aliviador como ecológico. Otra buena idea sería elevar en serio el listón de calidad: Internet es infinito, nuestro tiempo no. En una era donde el conocimiento se parece cada vez más al infinito libro de arena de Borges, una editorial que se gane un prestigio literario será siempre requerida por los lectores, que no pueden navegarse toda la Red para ver si encuentran algo interesante. Tampoco estaría mal que se innovasen las promociones literarias, que a mí me parecen aburridas, acartonadas. En esto el cine o la música han sido más ágiles. Como la poesía y la publicidad utilizan recursos estéticos similares, nunca he entendido por qué para anunciar libros somos tan previsibles. Eso es confundir la seriedad con la falta de imaginación.

¿Qué pasará con los derechos de autor?, ¿sirven de algo los cánones a priori? Es un tema complejo. Lógicamente, en un futuro cercano habrá que legislar en el terreno digital para que los autores sigamos cobrando por nuestro trabajo, que es (ni más ni menos) lo que hace todo el mundo cuando trabaja. Siempre me ha parecido una hipocresía que mucha gente se queje más por pagar un disco o un libro que por pagar un cubata, una cena o un par de zapatos. No es que todos los libros sean tan caros: es que muchas veces preferimos gastarnos el dinero en otra cosa. Nada que objetar, salvo que a las cosas hay que llamarlas por su nombre: eso no se llama libros caros, se llama preferencias. Y para quienes de verdad no dispongan de diez euros están las bibliotecas públicas, que desde luego son sagradas y merecen todos nuestros cuidados.

No sé si un canon a priori como el que acaba de aprobarse era la mejor solución para proteger los derechos de autor: probablemente no. Pero, mientras no se tramite otra fórmula para que los artistas dejen de ser los únicos trabajadores que tienen que dar siempre explicaciones por cobrar, mejor será eso que nada. Que yo sepa, no hay bonos de descuento para cantantes o poetas en los supermercados ni en las inmobiliarias. Estoy seguro de que existen otras fórmulas más justas para todos, y de que los cánones son o debieran ser sólo un parche transitorio hasta que el panorama legal de las descargas, copias y demás se aclare. Cuando se revise todo eso, no estaría de más plantearse si un 10% es realmente una compensación razonable para el autor de una obra.

¿La era digital transformará la escritura? Es la vida misma la que va cambiando, al ritmo de la historia y sus innovaciones. Y la escritura, que sigue siendo mucho más multimedia que Internet y mucho más lista que Microsoft, no hará sino registrar esos cambios, buscarles el conflicto, darles un sentido. Como siempre ha hecho.

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