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JUAN TEBA
Martes, 15 de enero 2008, 03:01
EL presidente de la Junta, Manuel Chaves, firmó ayer la disolución del Parlamento andaluz sin atisbo alguno de boato: ante un par de cámaras de televisión y algún que otro cargo administrativo. Final plano, pues, del cuatrienio legislativo, casi de puntillas y recoge que nos vamos. Porque es cierto: el final de las cosas tiene una grandeza y un regusto de sabores que no tiene el comienzo. Como más sentimental y de andar por casa.
La fecha de ayer fue, también, aprovechada por los partidos de los cuatro grupos parlamentarios para reafirmarse en sus posiciones ante la vida y los zarpazos políticos. Muy cristiano, en el fondo, con perdón del arzobispo de Valencia. Los dos pequeños, CA e IU-CA, se mostraron irreductibles en defensa de sus numantinas posiciones, mientras que los grandes se reafirmaron en sus respectivas vocaciones de gobierno, un eufemismo que ejerce de ancha capa para oscurecer la ambición (legítima) política.
Horas antes, el licenciado Javier Arenas le había echado un capote a la racial presidenta Aguirre en su pulso sin respiros al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón al recordar el inquieto líder del Partido Popular andaluz que en los estatutos del partido sólo se establece la incompatibilidad de cargos entre diputado nacional y alcalde; es decir, tanto la señora Teófila Martínez como la señora Esperanza Oña pueden seguir en sus sillones de alcaldesas y asistir a las sesiones parlamentarias en las Cinco Llagas, mientras que lo de Ruiz-Gallardón sería una irregularidad en la Carrera de san Jerónimo. Algo se está tramando entre bastidores en la casa fundada por don Manuel Fraga y Javier Arenas no es ajeno a ello (salvo pruebas en contra).
Aspectos típicos del sector, sin mayor importancia, de momento. Ahora, bien, ¿qué sucedería si el alto funcionario Mariano Rajoy perdiera las elecciones del próximo mes de marzo ante el letrado Rodríguez Zapatero? Inevitable: se dispararía la lucha por la sucesión del ilustre gallego y el Partido Popular andaluz tendría que dejar oír su voz, aunque un tanto con sordina por el citado recordatorio de Arenas, un hombre nacido para la política, como otros parecen nacidos para enredar, escribir, vivir del cuento o enamorar. Tengan confianza. Arenas está, no se sabe cómo, pero está, entre el bien y lo regular.
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