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TEXTO: IÑIGO DOMÍNGUEZ. CORRESPONSAL
Miércoles, 10 de octubre 2007, 03:50
LAS noticias bonitas son difíciles de encontrar. A veces, en algo tan aparentemente aburrido como la biografía de un premio Nobel. El de Medicina, el lunes, fue para dos investigadores estadounidenses, Mario Capecchi y Oliver Smithies, y un británico, Martin Evans, por sus estudios sobre células madre. Es en el primero de ellos, en Capecchi, de origen italiano y 70 años, donde se oculta una historia increíble. Este premio Nobel fue un niño de Verona nacido el 6 de octubre de 1937, casi la misma fecha en que ha ganado el galardón. Una casualidad que se repite en su vida.
El padre de Capecchi, Luciano, murió en África en la Segunda Guerra Mundial, disparando contra aviones estadounidenses. «O eso creo, oficialmente fue declarado desaparecido», precisaba ayer en la prensa italiana contando sus recuerdos. Su madre, en cambio, era una poetisa bohemia, profesora en la Sorbona e hija de una pintora norteamericana de la 'belle epoque' instalada en Florencia y casada con un arqueólogo alemán.
Lucy Reinburg era pintoresca y conocida por sus ideas antifascistas. Ya en 1941 la Gestapo llamó a la puerta de su casa. Fue deportada al campo de concentración de Dachau como prisionera política. El pequeño Mario, con cuatro años, se quedó solo y fue a parar a una familia de campesinos tiroleses. Sus padres ya habían acordado con esta familia, pagándoles dinero, que se ocuparan del niño si les pasaba algo.
«Estuve vagando por los caminos entre Bolzano y Verona, comiendo lo que podía, con otros grupos de niños. Robábamos para comer», recuerda. Así pasó tres años. Un día se puso muy enfermo y, no sabe cómo, se despertó en un hospital de Reggio Emilia. Era 1945. Alguien que lo encontró tirado en la calle lo llevó a una casa de monjas. Tenía tifus y habría muerto sin un médico. Él y otros niños dormían desnudos en colchones y su única comida era café y trozos de pan.
Reencuentro milagroso
El 6 de octubre de 1946, otra vez su cumpleaños, apareció su madre por sorpresa. Liberada por los aliados, llevaba meses buscándole. Enseguida emigraron a EE. UU., donde el tío Henry, hermano de ella, era físico en Princeton. Por allí llegó a ver una vez al que había sido otro niño pobre, Albert Einstein.
«Lo increíble es que al día siguiente de salir del puerto de Nueva York, ya estaba sentado en una clase», se asombraba todavía ayer Capecchi. Vivió en una comunidad cuáquera y a partir de aquí su historia es la de un chico normal. Su madre murió en 1989 sin superar el trauma de Dachau. Su hijo investiga con células madre para combatir enfermedades incurables. En Italia, su país de origen, no podría hacerlo. Está prohibido.
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